10/07 - Interés para la salud

Causas y consecuencias del sobrepeso infantil 

Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, en Argentina 6 de cada 10 adultos padecen exceso de peso, mientras que el 30% de la población infantil en edad escolar sufre sobrepeso y el 6% obesidad.

 

La Organización Mundial de Salud (OMS) advierte que los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. El sobrepeso, la obesidad y las enfermedades conexas son en gran medida prevenibles. Por consiguiente, hay que dar una gran prioridad a la prevención de la obesidad infantil.

La Lic. María Belén Ferrari, del Servicio de Alimentación y Nutrición, indica que la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes en edad escolar se define de acuerdo con los patrones de crecimiento establecidos por la OMS:

 

– Sobrepeso = IMC para la edad y el sexo con más de una desviación típica por encima de la mediana establecida. 

– Obesidad = IMC para la edad y el sexo con más de dos desviaciones típicas por encima de la mediana.
CAUSAS

El incremento de estos casos es alarmante, y estas son las causas principales de esta epidemia mundial:

 

  • La falta de actividad física, el uso excesivo “pantallas”, la cultura de los juegos, pero también la falta de tiempo y comprensión de las consecuencias.
  • La gran exposición a publicidades de golosinas y alimentos poco saludables. Dos de cada tres publicidades corresponden a este tipo de productos.
  • Pobre o nula regulación en Argentina sobre el packaging de los productos orientados a los chicos (Un tigre fuerte y feliz con energía come cereales cocidos con alta carga de azúcar).
  • Menor disponibilidad de tiempo para preparar comidas caseras, comer en familia… chicos más expuestos a alimentos ultra-procesados e hipercalóricos, con altos contenidos de azucares y sodio.

Durante los últimos 10 años se han generado una gran cantidad de propuestas a fin de concientizar y atender a estas cuestiones: programas de actividad física, educación alimentaria en colegios, quioscos saludables, intentos de regulación sobre etiquetado de alimentos e información nutricional y ley de grasas trans entre otros.

 

Sin embargo, hay otra serie de cuestiones a tener en cuenta además del consumo de calorías y el sedentarismo y que debemos atender desde el hogar y durante el abordaje terapéutico:

 

  • Nuestros hábitos alimentarios se definen por muchos más factores que el “hambre”: A la hora de comer se pone en juego lo aprendido, prejuicios, gustos, preferencias, opiniones… Los chicos escuchan, aprenden, imitan… Si papá o mamá gesticula cuando ve una verdura, el hijo pronto lo hará y la rechazará aún antes de probarla. El uso del refuerzo positivo, estimulando actitudes y comportamientos saludables es más efectivo que la sanción o el reto por no realizarlas. Asimismo, no podemos usar los alimentos como premio o castigo.
  • Debemos ser cuidadosos en nuestra actitud frente a las dietas, el peso propio y de terceros. Se debe evitar la estigmatización, entendiendo que se trata de una enfermedad, no de una característica física. Cuando se pierde esta perspectiva, se cometen errores graves como minimizar el problema o utilizarlo como una forma agravio o insulto. Incluso desde el tratamiento en consultorio se observa que términos como “Peso no saludable” o “IMC elevado” son más aceptados por los chicos y menos agresivos a la hora de encarar propuestas. Es común que padezcan de baja autoestima y hasta depresión.
  • Los chicos no manejan las compras, no van al gimnasio, no pueden elegir la comida. Actualmente muchos viven en más de un hogar, o quedan bajo el cuidado de abuelos mientras los papás trabajan. Atentos a esto, debemos establecer consensos sobre su cuidado y que alimentos debemos ofrecerle o no. Reforzar nuestras habilidades como padres, perder el miedo al “No” y a marcar límites. Recordar: aún tenemos el control. El rol parental es tan importante que hasta se ha encontrado una correlación entre el estrés materno y sobrepeso en sus hijos, principalmente en menores de un año cuando son más susceptibles a las influencias externas.

Considerando esto, es evidente que los chicos no pueden ser tratados como adultos: es indispensable generar propuestas a nivel familiar. Debemos enfatizar que la obesidad infantil es una condición médica que tiende a prolongarse en la adultez (principalmente cuando uno o dos padres también lo son) y aumentar el riesgo de padecer diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y óseas a edades muy tempranas. Por ello debe tener prioridad en su prevención y tratamiento para cuidar su salud hoy y en el futuro.