21 de septiembre | Día Mundial del Alzheimer
En el Día Mundial del Alzheimer dialogamos con el Dr. Pablo Verón, médico especialista jerarquizado en Neurología de la Clínica Pueyrredon, quien nos cuenta qué es esta enfermedad, cómo reconocer sus síntomas y qué hacer para prevenirla.
¿Qué es el Alzheimer?
Es una enfermedad que tiene una base neurodegenerativa. A nivel del cerebro se genera una acumulación anormal de proteínas que va generando la muerte de neuronas. Esta enfermedad es una de las causas más frecuentes de demencia y afecta principalmente a personas mayores de 65 años.
Actualmente es un grave problema sanitario y económico a nivel mundial, porque en todo el mundo la población está cada vez más envejecida ya que ha aumentado la expectativa de vida. Por lo tanto, cada vez hay más gente que padece esta enfermedad, la cual demanda una cantidad enorme de recursos desde el punto de vista médico y económico.
Etapas y evolución
El Alzheimer tiene varias etapas. Una etapa preclínica que empieza muchos años antes que se inicien los síntomas. En este momento comienza el proceso de daño a nivel cerebral, pero durante el mismo la reserva cognitiva logra compensarlo y no se evidencian síntomas.
Luego se pasa a un estadio de deterioro cognitivo leve. Empiezan a hacerse evidentes fallas cognitivas que exceden lo esperable para la edad, pero que no tienen un impacto funcional significativo. Es el paciente que comienza a tener fallas de memoria significativas, pero que sigue manejándose de manera independiente en sus actividades diarias. Esta es una etapa de transición.
Posteriormente, ya no puede realizar tareas complejas de manera independiente, empieza a tener dificultades en el manejo del dinero, para realizar trámites o hacer arreglos en la casa por ejemplo. Cuando la enfermedad genera esta alteración en las actividades de la vida diaria ya se habla de un estadio de demencia, que en la evolución de la enfermedad pasa de ser leve a moderado y finalmente severo.
La evolución de la enfermedad de Alzheimer es variable, hay pacientes en los que avanza más rápido y en otros más lento. Pero es una enfermedad cuyo curso evolutivo promedio es de 10 años.
¿Cuáles son sus síntomas?
Hay síntomas cognitivos como fallas de memoria, de atención, de lenguaje, de funciones ejecutivas, de funciones visuoespaciales, y otras. Pero también son muy importantes los síntomas conductuales de la enfermedad, que no son exclusivos de la enfermedad de Alzheimer porque pueden estar presentes en otras demencias. Es frecuente que los pacientes tengan trastorno de ansiedad, depresión, apatía, irritabilidad, agresividad, labilidad emocional, delirios, agitación, y otros.
Cuando aparecen estos síntomas es importante detectarlos e intentar manejarlos con recursos no farmacológicos, y utilizar tratamientos farmacológicos en los casos necesarios. Muchas veces estos síntomas generan más conflicto en el ámbito familiar y para los cuidadores que la falta de memoria.
Lo más frecuente es que la enfermedad de Alzheimer empiece con problemas de la memoria episódica, que es la memoria de hechos recientes. El paciente empieza a tener olvidos de hechos que hizo el mismo día o en los días previos. Olvida conversaciones, por lo que empieza a estar repetitivo/a, ya que pregunta y comenta varias veces lo mismo. Comienza a olvidar dónde guarda objetos, dinero, documentos. Puede olvidar hornallas encendidas y canillas abiertas. Es usual que ya desde las etapas iniciales el paciente no tenga conciencia de estas fallas y las niegue cuando alguien se las menciona.
Es común también que empiece a haber desorientación espacial, por lo cual comienza a perderse en lugares conocidos. Al inicio en la calle, y avanzada la enfermedad incluso adentro de la casa. Una vez que ha progresado el Alzheimer, también hay dificultad en el reconocimiento de rostros familiares, por lo que confunde muchas veces a sus parientes. También tiene ideas delirantes, como por ejemplo creencia de que alguien le roba (ideas de hurto).
La enfermedad inicia de manera focalizada o relativamente focalizada, con afectación de algunas funciones predominantemente, siendo la principal la memoria. Luego, como todas las enfermedades degenerativas, va teniendo una progresión que hace que produzca un deterioro más global y que se alteren finalmente todas las funciones cognitivas, no solamente la memoria, como las funciones ejecutivas, la atención, el lenguaje y las funciones visuoespaciales.
¿Cuáles son los factores de riesgo?
El factor de riesgo más importante es la edad, ya que a partir de los 65 años es donde empieza a hacerse más frecuente la enfermedad, y cada 5 años se duplica la prevalencia, es decir que tiene una curva de crecimiento exponencial.
Si bien la enfermedad de Alzheimer no se puede prevenir completamente ni detener una vez que ya está instalada, se sabe que existe un vínculo significativo con los factores de riesgo vasculares.
Los mismos factores de riesgo que generan accidentes cerebrovasculares o enfermedad coronaria (cardiopatía isquémica), también juegan un papel importante en esta enfermedad. Entonces, las principales medidas que se pueden tomar para tratar de minimizar el riesgo son la detección temprana y tratamiento adecuado de los factores de riesgo vasculares, siendo los principales la hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol elevado, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo y el estrés.
Medidas de prevención:
- Control de los factores de riesgo vasculares
- Actividad física aeróbica en forma regular
- Mantener actividad intelectual (leer, estudiar, hacer cursos, aprender un idioma, aprender a tocar un instrumento)
- Realizar tareas manuales
- Mantener actividades y vínculos sociales
- Dieta mediterránea: rica en pescados, verduras, frutas, frutos secos y oliva.
¿Cómo se diagnostica?
Ante un paciente que consulta por queja cognitiva y/o ante el reporte de un familiar de fallas cognitivas que parecen ser significativas se solicitan varios estudios. Se debe realizar un estudio de imagen cerebral, preferentemente una resonancia magnética de cerebro o, si no es posible, una tomografía computada de cerebro. La finalidad principal es descartar que no haya lesiones vasculares, un tumor, hidrocefalia, o algún otro tipo de lesión, ya que estas también son posibles causas de deterioro cognitivo y son fácilmente identificables con estudios de imágenes.
También se realizan estudios de sangre para descartar que no haya hipotiroidismo, déficit de vitamina B12, de vitamina D o de folato, que pueden incidir negativamente en las funciones cognitivas.
Para completar los estudios se debe hacer una evaluación neuropsicológica o neurocognitiva. La misma consiste en tomar una batería de test cognitivos con los cuales se obtienen datos cuantitativos (puntajes) que se pueden comparar con los esperables en la población normal, ajustados a la edad y al nivel educativo. También otorgan datos cualitativos, es decir, la observación de cómo el paciente se enfrenta al problema que uno le está planteando, con qué recursos cuenta para resolverlo, si comete o no errores, si se da cuenta de estos, y si es capaz de cambiar la estrategia o corregirlos.
La evaluación neuropsicológica o neurocognitiva permite detectar si hay o no fallas en las funciones cognitivas, y en el caso que las haya permite determinar un perfil cognitivo. Por ejemplo, si las fallas son principalmente en la memoria episódica (perfil amnésico hipocampal) es un perfil que puede orientar más el diagnóstico al de enfermedad de Alzheimer.
Finalmente, la evaluación neurocognitiva o neuropsicológica es un herramienta útil para trabajar en la rehabilitación. La estimulación cognitiva, realizada por una terapista ocupacional con formación en esta área, en el caso de pacientes con deterioro cognitivo leve o demencias en estadio leve a moderado permite estimular las funciones cognitivas que están deterioradas y brindar estrategias de compensación, lo cual es de suma utilidad tanto para el paciente como para los familiares o cuidadores.