02/07 - Interés para la salud

Cien días de Cuarentena y sus vicisitudes en la salud mental

El confinamiento y su corolario podríamos situarlo a nivel de la angustia. La palabra angustia nos remite al latín, angustus, que significa angosto o estrecho. Haciendo un nexo histórico, podríamos pensar que en este momento tenemos la mirada estrecha, nos cuesta evaluar las situaciones de forma desapegada, predomina la mirada de túnel, es difícil pensar con claridad y tomar decisiones. 

 

Desde el Servicio de Psicología indican que la realidad está aumentada por efectos del mismo confinamiento. Es imposible no experimentar angustia en estos tiempos. 

 

Que sea intensa, mediana o casi imperceptible, dependerá del contexto de cada uno y su subjetividad. Por lo tanto, resulta pertinente pensar en términos de “las cuarentenas“, va a depender del hábitat, economía, trabajo o imposibilidad de trabajar, recursos personales, grupos de riesgo, lugar de residencia, etc.

 

Nos enfrentamos a una profundización de una crisis de sentido, que se venía gestando antes de la pandemia, donde se desdibujan los horizontes hacia donde íbamos, donde lo que abunda es la incertidumbre. 

 

El tiempo detenido, suspendido, produce un sinsentido. Más aun cuando el tiempo vivido como improductivo para la lógica del mercado, donde la mayor parte del tiempo era destinando a producir, choca con la idea de “no soy nada“.

 

Al comienzo de la cuarentena, se experimentaban más el temor y la ansiedad, falta de aire y temor al contagio. A medida que paso el tiempo, las consultas se relacionaban más con el cansancio y la desesperanza.  

La idea de un final incierto, sin una fecha clara de finalización del aislamiento y la incertidumbre, genera desgaste emocional. Ese desgaste es acumulativo y se manifiesta en ansiedad, angustia y depresión. 

Los miedos tomaron otras formas, el temor a salir y la sensación de estar más protegido en casa. 

Si bien a modo explicativo, agrupamos algunas reacciones y sensaciones observables, no hay que perder de vista que siempre hablamos del caso a caso y de la singularidad del sujeto.  

 

La angustia produce malestar emocional y puede venir acompañada de pensamientos catastróficos. También puede cursar con síntomas físicos, mareos, taquicardia, cansancio, dificultad para concentrarse. Afectar relaciones de pareja, familiares y de amistad. 

 

Es importante destacar que la angustia debido al aislamiento, es indisociable de lo económico y es un sentimiento esperable. El problema aparece cuando sobrepasa nuestros recursos para afrontarlo. 

 

Es vital estar atento, en un estado de conciencia, tener un registro interno acerca de cómo nos vamos sintiendo, para poder tomar medidas de cuidado personal o consultar al especialista. No censurar lo que sentimos, sino habilitar y administrarlo. En este sentido, todas las medidas que se tomen preventivamente a nivel individual y en políticas de salud, ayudarán a mitigar su efecto a futuro.

 

El impacto psicológico de la cuarentena es amplio, sustancial y puede ser duradero, esto lo podremos evaluar con el tiempo y si la experiencia de la cuarentena es negativa, podrá haber consecuencias a largo plazo. 

Son tiempos donde tenemos que ser pacientes con nosotros mismos. Cultivar la compasión, comprendiendo que no es un momento para emprender grandes cambios, sino para buscar restablecer el equilibrio.  

La oportunidad para propiciar una escucha de aquello que nos aqueja y angustia y poder alojarla. La angustia puede llevar a preguntarnos sobre nosotros mismos, acerca de lo que nos pasa, en este sentido puede ser oportuna y con una perspectiva de crecimiento. 

 

Es importante buscar ayuda psicológica en caso necesario, para que a través de la escucha y la palabra pueda ser abordado el malestar.