La rutina del sueño
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) explica que el ser humano dedica un tercio de su vida a dormir y esto es necesario para vivir en equilibrio y armonía con el entorno. Además, una buena higiene del sueño es fundamental para el adecuado desarrollo de todas las funciones cerebrales.
Mientras dormimos no sólo reponemos energías, sino que también se llevan adelante muchos cambios fisiológicos.
Durante el sueño aumenta la liberación de la hormona de crecimiento y de las sustancias estimuladoras del sistema inmunitario (de defensas). Así mismo, desciende la temperatura corporal, la presión arterial y las hormonas del estrés, como el cortisol. Por este motivo, para inducir el sueño es recomendable propiciar un ambiente tranquilo y de apego seguro, que contribuya a bajar los niveles de alerta y de ansiedad. Establecer rutinas de sueño favorece este proceso.
Entonces, a diferencia de lo que muchos piensan, mientras dormimos nuestro cerebro se encuentra muy activo. Por un lado, elimina los desechos tóxicos y los estímulos prescindibles que se acumulan durante el día y por el otro, recarga neurotransmisores en las terminales nerviosas. Esto nos permite estar mejor preparados para encarar el nuevo día.
Gracias al buen descanso (suficiente en calidad y en cantidad), se desarrollan adecuadamente las siguientes funciones ejecutivas:
• La atención.
• La memoria de trabajo.
• La flexibilidad cognitiva.
• La capacidad de inhibir las conductas impulsivas.
• El razonamiento y la toma de decisiones.
• La capacidad de autorregular las emociones, el humor y la creatividad.
• La consolidación de los recuerdos, el registro de los datos útiles y el aprendizaje.
De esta manera, un niño que descansa apropiadamente durante la noche crece y se desarrolla de la mejor manera posible. Incluso, mejora notablemente el rendimiento académico a lo largo de toda su época escolar.
¿Cuántas horas son necesarias para un buen dormir?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el buen descanso considera tanto a la calidad como a la cantidad. Este último punto varía según la edad del niño, debido a que el sueño es parte de su maduración.
En términos generales, se recomienda que los niños duerman cierta cantidad de horas:
• Entre 12 y 16 horas al día para bebés hasta el año.
• Entre 11 y 14 horas de 1 a 2 años.
• Entre 10 y 13 horas hasta los 4 años.
• Unas 10 horas diarias entre 6 y 11 años.
• Al menos 8 horas en la adolescencia.
Los bebés necesitan más horas de sueño dado que su desarrollo neuronal ocurre a gran velocidad y esto consume mucha energía. Dormir la siesta durante los primeros años es beneficioso por esta misma razón.